JAMÁS RENUNCIES A TUS SUEÑOS
ANVIL! LA HISTORIA DE ANVIL (2008)/ Sacha Gervasi (Canadá)
Escribe: Rogelio LLanos Q.
Hay un momento en Anvil! La Historia de Anvil, en que Steve “Lips” Kudlop, primera guitarra de la banda, y Robb Reiner, el baterista, discuten, pelean a gritos y generan una crisis de proporciones, precisamente en un momento clave de sus vidas: durante la grabación de un álbum en el que han puesto todas sus esperanzas para el retorno a los grandes escenarios del rock pesado.
Este momento que Sacha Gervasi, el director del film, registra apelando a los primeros planos y a los planos medios, tiene un epílogo sorprendente cuando Lips descubre el estrés al que está sometido y confiesa a Robb que si lo ha herido con sus palabras duras es porque lo quiere, porque es el hermano entrañable, la única persona en la que puede confiarle sus ideas y su sentir y descargar al mismo tiempo sus angustias y sus frustraciones. Acto seguido, Lips se levanta y abraza a Robb. Se abrazan y deciden seguir juntos en ese propósito de hacer de Anvil, la banda de los sueños, la banda que los conduzca al éxito tanto tiempo buscado, a ese éxito que los libere de las tareas menudas y alimenticias y les permita vivir en ese paraíso musical al que tanto anhelan llegar. La secuencia descrita es uno de los puntos más altos del documental. Una cámara atenta a los gestos y actitudes de los protagonistas, nos descubre esa sensibilidad muchas veces secreta o desconocida en los integrantes de una banda de rock pesado, que sobre el escenario desarrolla toda una puesta en escena que, por momentos, adquiere ribetes circenses al compás de una música de sonidos broncos y agresivos, acompañados de voces guturales o gritos impresionantes.
Cuenta la historia que por el verano de 1984, bandas como Scorpions, White Snake o Bon Jovi accedieron al éxito con ventas millonarias de discos en todo el mundo; sin embargo, Anvil, la banda de Heavy Metal, que tanto influyera en Slayer o en Metallica, no pudo remontar vuelo y sus miembros tuvieron que continuar dedicándose a oficios menores para vivir y mantener a sus familias: Lips repartía alimentos en su vehículo y Robb usaba el taladro para demoliciones en su Toronto natal. ¿Por qué Anvil no pudo llegar al Olimpo del Metal a pesar del talento de sus integrantes? El documental desliza, a través de las voces de propios y extraños, algunas razones: la ausencia de un manager avisado, la carencia de una buena producción musical, la incomprensión de una industria acostumbrada a las convenciones y nada dispuesta a la audacia de la experimentación. A los integrantes de Anvil, sin embargo, nada los detiene. Más allá de las crisis propias de una banda a las que el éxito le es esquivo, el empeño y tesón de sus líderes los conduce a intentarlo una y otra vez. El mérito del documental de Gervasi está en haber cubierto los diferentes ángulos y puntos de vista en torno al derrotero del grupo. La cámara se detiene una y otra vez alrededor de los amigos, conocidos y familiares de Lips y Robb, quienes no solo expresan su admiración por ellos y por la banda misma, sino que, además, las imágenes los muestran como una suerte de soporte moral tan necesario para que el grupo pueda persistir en su búsqueda. La ilusión en el rostro de Lips al saber de la oportunidad de grabar un disco en Londres o de tocar en un concierto en Japón; el decidido apoyo económico y moral de la hermana de Lips para hacer viable el disco en el que el grupo funda sus esperanzas de éxito; la decisión de persistir en su proyecto musical a pesar del fracaso de la gira europea, con presentaciones en rincones de mala muerte, sin pago alguno y casi sin espectadores, y del rechazo de las disqueras, son episodios claves, episodios que cargan al film de emoción y vitalidad.
Que Sacha Gervasi sea un viejo admirador de Anvil es un factor determinante en la calidad del film. Su talento y su devoción por la banda se han conjugado de manera notable para crear un documento cinematográfico de mucho valor en términos de testimonio histórico, pero valioso sobre todo por la profunda calidez con que retrata al grupo y a su entorno. Esa labor de rescate de sentimientos, de pasiones intensas, de sueños que persisten más allá de los obstáculos y frustraciones diarias, hacen de Anvil un documental fascinante, atractivo. Sin duda, el debut cinematográfico de Gervasi, es sorprendente. Y creemos que su éxito se debe en gran medida a ese cariño por la banda a la que empezó a admirar desde comienzos de los ochenta. Claro está, su labor como guionista en películas como The Big Tease (1999, Kevin Allen) o The Terminal (2004, Steven Spielberg) y otras más, le ha sido de utilidad para el diseño de su film que, aparte de los momentos de emoción ya señalados, incluye otros de humor o de tensión. Así, hacia el final, cuando Anvil es programada como la banda que debe abrir un Festival en Japón antes del mediodía (una hora infame para empezar un concierto), hay temor en Lips de que muy poca gente asista a su presentación. La cámara crea esa tensión mostrando la ansiedad en los rostros de los músicos, sus declaraciones nerviosas, los espacios aún vacíos de la sala. Llegada la hora, la cámara acompaña a los músicos al escenario y, de pronto, la apoteosis: frente a ellos, la multitud, los gritos de entusiasmo y adhesión y Lips, emocionado a más no poder, abandonando el escenario para ir hacia su gente, hacia sus admiradores y tocar junto a ellos.
Anvil! La historia de Anvil es una película del año 2008. Para entonces, la banda llevaba treinta años de existencia. O mejor dicho, treinta años de persistencia en la búsqueda tenaz de un sitio privilegiado en el azaroso mundo del rock. El film empieza con una furiosa presentación de la banda en un concierto en Japón, allá por 1984, cuando sus integrantes eran jóvenes y llenos de ilusiones. El film termina con Lips y Robb, y sus cincuenta y pico de años transcurridos, paseando por las calles de una ciudad japonesa, llena de luces multicolores y de peatones. Sus rostros animados, sonrientes y bromistas, nos dicen que la ilusión no ha muerto, que sigue tan viva como antes. Su amor por la música es irreductible y ese amor es el faro luminoso que seguirá guiando sus vidas. No importa cuánto tiempo pase. Porque, con toda seguridad, los viejos roqueros, la música y los sueños nunca mueren.